La lectura y el taller.
EL CONFLICTO ARMADO EN
COLOMBIA
Las constantes y las
rupturas
El Grupo de Memoria Histórica encontró en su informe que a lo
largo de seis décadas de conflicto hay problemas que han tenido continuidades y
rupturas en determinadas coyunturas. Se trata del problema agrario
continuamente aplazado, de las limitaciones y las distorsiones de la
democracia, de la manera como se ha construido el Estado, del narcotráfico, y
de las influencias y presiones de las políticas internacionales
.
El problema agrario
La tierra está en el corazón del conflicto colombiano. No
solo porque nunca se hizo una verdadera reforma agraria, y la tierra sigue
siendo una promesa incumplida para buena parte de los campesinos, sino porque
no se ha podido modernizar la tenencia y el uso de los recursos rurales. Hay un
déficit de Estado en el campo y una fuerte presencia y arraigo de los grupos
armados.
El problema de la tierra se ha ido acumulando por años. La
guerra civil de mitad de siglo XX se dio en medio de las frustraciones que dejó
la reforma inconclusa de 1936, propuesta por Alfonso López Pumarejo con su
“revolución en marcha”. La violencia bipartidista no hizo más que agudizar el
problema del campo. Se calcula que dos millones de hectáreas fueron despojadas
durante ese periodo.
A finales de los años sesenta, Carlos Lleras Restrepo se
propuso sacar adelante una verdadera reforma agraria que acabara con el gran
latifundio improductivo en manos de terratenientes. Quería modernizar el campo,
y promovió la creación de una fuerte organización campesina (anuc). Pero en
1972 la reforma se frenó cuando en Chicoral, Tolima, los gremios del sector
agropecuario y un grupo de congresistas hicieron un acuerdo que le quitó los
dientes a la ley que permitía las expropiaciones. En su incapacidad para romper
el latifundio, el Estado ha recurrido sobre todo a promover la colonización en
la frontera agraria, y a la adjudicación de baldíos como política pública.
Durante la década de los ochenta, la expansión de la frontera
agrícola se hizo cada vez mayor. Miles de colonos llegaron a zonas selváticas y
olvidadas empujados por la crisis del café, y por el auge de las
agroindustrias, la minería, el petróleo, y la coca. Tal fue el crecimiento de
este cultivo de uso ilícito que a principios de los años ochenta había 4.000
hectáreas sembradas con hoja de coca y a principios de este siglo ya eran
160.000, sobre todo en el sur del país. En estas regiones de reciente
colonización el Estado ha sido muy débil, y los grupos armados, guerrillas al
principio y después también paramilitares, coparon esos espacios.
Esta situación se agravó con la apertura económica de
principios de los noventa, que lanzó a un sector en crisis a competir en el
mercado internacional sin apoyo suficiente del Estado. Agroindustrias medianas
y campesinos pobres terminaron quebrados. Los primeros se volcaron a la
ganadería y los segundos a la coca. Este efecto fue reforzado por la dinámica
del conflicto armado que desestimuló la inversión productiva en el campo con
los costos crecientes que los secuestros, las extorsiones, los ataques a
propiedades y el sabotaje que las guerrillas impusieron sobre la seguridad y la
administración. A esto se sumó el
apuntalamiento de un orden económico que, en el caso paramilitar, privilegió el
uso improductivo de la tierra con la ganadería o la baja demanda de mano de
obra intensiva con la expansión de los monocultivos.
La debilidad institucional en zonas de conflicto favoreció la
apropiación masiva de tierras por parte de narcotraficantes, así como el
desplazamiento forzado de la población y el consecuente despojo de sus fincas,
que hoy suman ocho millones de hectáreas. Esta contrarreforma agraria ha
afectado de manera muy particular a las comunidades indígenas y
afrodescendientes beneficiadas con titulaciones colectivas que han sido
cruciales para su subsistencia como etnias.
El resultado final es que hoy Colombia tiene una distorsión
de la tenencia y uso de la tierra. Usa 39 millones de hectáreas en ganadería,
cuando lo recomendable sería que no se usaran más de 24; y en contraste, tiene
apenas 4 millones dedicadas a la producción agropecuaria, cuando podrían llegar
a ser 211. Además, posee uno de los índices de desigualdad más grandes del
mundo en cuanto a la distribución de la tierra. A este modelo se suma la reciente
expansión de monocultivos industriales y el auge minero.
En ese contexto, el presidente Juan Manuel Santos está
implementando la Ley de Víctimas y restitución de Tierras, que busca devolverle
los predios a quienes los perdieron durante en el conflicto, legalizar los
títulos de propiedad en un país donde la informalidad es muy alta y, en todo
caso, también buscar entregarle tierra a miles de desplazados que nunca la
tuvieron.
TALLER
1. ¿Por qué se dice que la tierra está en el cetro del
conflicto armado en Colombia?
2. Elabore un recuento histórico de los intentos de dar
solución al problema agrario en Colombia.
3. ¿De qué manera afectó la apertura económica a los sectores
de la agroindustria y a los campesinos pobres del país?
4. ¿Qué papel desempeñó el narcotráfico en el problema
agrario en Colombia?
5. Plantee una posible solución al problema agrario en
Colombia?
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